jueves, 31 de mayo de 2012

SONNY ROLLINS Saxophone Colossus (Prestige, 1956)

El coloso de Rodas fue una gigantesca estatua de unos 32 metros de alto que representaba al dios Griego Helios, realizada por el escultor Cares de Lindos. Fue considerada una de las siete maravillas del mundo antiguo. Un terremoto lo destruyó en el 226 a. C. El saxofonista  Sonny Rollins sabía perfectamente lo que estaba haciendo cuando se auto-proclamó en el título de este álbum como el coloso del Saxofón (coletilla periodística que le seguirá hasta la tumba), incluso con esa portada icónica, con esa mole humana en la sombra, imponente, grandiosa, sujetando el instrumento con poderío. Lo que pretendía el bueno de Sonny con este trabajo era marcar un antes y un después, un punto de inflexión para la historia del jazz en general y para su carrera en particular, dejando bien claras las diferencias de potencia y sonoridad melódica que le distinguían de sus coetáneos.

22 de Junio de 1956. Estudios Hackensack, New Jersey. El gran Rudy Van Gelder a los mandos técnicos. Edita el menospreciado en ocasiones (por sus corta-y-pega y rebañados de material vario) sello Prestige. Rollins al tenor, el siempre exquisito y eficiente Tommy Flanagan al piano, Doug Watkins al contrabajo, aquí con más libertad melódica de lo habitual y el siempre gigante Max Roach, modernísimo y contundente. Una grabación para la historia. Unos músicos en su punto justo de ebullición, ni demasiado swing-complacientes, ni demasiado Free-alocados.

Cinco son los cortes que nos encontramos en esta joyita. Dos estándares y tres temas de composición propia. Las versiones: You Don't Know What Love Is, eterna y preciosa balada, perfecta para demostrar el lado más sedoso y romántico del músico nacido en Nueva York, una delicia para los oídos. La otra versión que nos encontramos aquí es Moritat, críptico título tras el que se esconde ni más ni menos que el Mack The Knife de Kurt Weill y Bertol Brecht, aquí más canalla y chorretoso que nunca, muy ajustado al espíritu original de la pieza. 

Vamos ahora con los temas propios: St.Thomas, llamado así por una de las Islas Virgenes (Recordad, Rollins, como otros tantos músicos de jazz de aquella época es de origen antillano) con una divertidísima y tarareable melodía, es un corte con ritmo calypso con el  que Sonny intenta recordar las músicas que oía en su infancia. Strode Rode (Strode Lounge era un club de jazz  de entonces, lo de Rode ya sabeís por qué viene...) es un tema típicamente Hard-Bop a diez mil por hora donde se lucen especialmente Flanagan con un solo de piano de quitarse el sombrero y Watkins con un juguetón ritmo al contrabajo. Y llegamos a la joya de la corona, Blue 7, el tema por el que merece la pena comprarse el disquito entero. Aquí nos encontramos a un Sonny Rollins experimental, con algo que llamaron los críticos en su momento "improvisaciones temáticas", que no es otra cosa que ir desestructurando y desmenuzando un blues hasta dejarlo en la esencia, centrándose más en el sonido que en la melodía. sublime y adictivo, es un corte que jamás te cansarás de oír y del que siempre descubrirás algo nuevo en cada escucha.

Este álbum ha quedado como el principio del fin del Hard-Bop como estilo (demasiado establecido ya por aquel entonces) y el comienzo de lo que se acabó llamando Jazz contemporáneo. Música más libre, sin ataduras, donde el músico podía llegar si se lo proponía mucho más lejos de lo esperado, tanto musical como espiritualmente. Luego llegarían Milestones, Kind of Blue, Giant Steps...  trabajos que constataron esa realidad más liquida que solida por la que pasaba por aquel entonces el siempre mutable y sorprendente sonido jazz.


jueves, 24 de mayo de 2012

McCOY TYNER Inception (Impulse, 1962)

Este disco fue todo un reto personal para el joven pianista McCoy Tyner, conocido por formar parte del legendario y seminal cuarteto "clásico" de John Coltrane. Con este lp el músico de Filadelfia, que apenas contaba con 23 años de edad, intentaba salirse de la música modal que realizaba por aquella época con su jefe, aportándonos un reflejo más amplio y certero de todo lo que podía dar como músico, haciendo hincapié en composiciones propias muy interesantes  y estándares que se sabía de cabo a rabo.

Grabado en dos días, 10 y 11 de Enero de 1962 en los estudios de Rudy Van Gelder en Englewood Cliffs, New Jersey (solo dos meses antes estaba registrando con  Trane el mítico y legendario concierto en el Village Vanguard) junto al contrabajista Art Davis y el baterista Elvin Jones, con ese sonido entre lo clásico y lo abstracto, apuñalando percusivamente las teclas del piano, con elegancia melódica y precisión de cirujano. Aquí nacía ante nuestras orejas una galaxia nueva en el universo del jazz, algo que sucede muy de vez en cuando y que hay que disfrutar al máximo cuando esto ocurre.

Tenemos que hacer mención especial en estas líneas a Bob Thiele, productor de este disco y que animó a Tyner a debutar como líder. director artístico de ese genial y caro invento que fue el sello Impulse, siempre animando a los artistas jazz a que se atrevieran a asumir retos personales y artísticos, por supuesto siempre con el libro de contabilidad en una mano y el instinto comercial de tiburón discográfico en la otra. No por ello debemos despreciar el esfuerzo de este hombre durante la década de los 60 por ofrecer productos musicales de calidad, entre lo vendedor y lo exquisito. Ahí quedan para la posteridad genialidades como unir a Duke con Coltrane en un mismo estudio de grabación o proponerle al segundo, que estaba ya inmerso por aquel entonces en pleno océano modal y casi free, hacer un disco enterito de Baladas clásicas (Ballads, Impulse, 1963). Álbumes que si, quizás hubieran existido sin su sugerencia (o muy probablemente no) pero seguro que lo hubieran hecho con otro sentido bien distinto.

Realizada ya esta mención a Bob Thiele, volvamos con el análisis del disco que hoy nos ocupa, este bocado para gourmets llamado Inception. Por todo lo dicho antes, podría parecer a priori que este lp iba a ser un trabajo realizado por encargo, con desgana y para cubrir el expediente. Pues nada de eso, resultó ser un disco de lo más personal para su autor, con cuatro composiciones propias y dos estándares en su haber. Los temas propios: Inception (que marca el tono sobrio y elegante del álbum, con improvisaciones a dos mil por hora), Blues for Gwen (dedicado a su hermanita, ultracool, con mucho swing, una delicia), Sunset (minimalista y preciosa balada cargada de elegancia) y Effendi (el corte más modal y Coltraneniano, incluso en el título). Los estándares: There is no Greater Love (lo más amable y soleado del lote) y Speak Low de Kurt Weill (comercial, groove y con ritmo seudo-latino).

"Inventiva melódica... claridad de ideas... sonido personal... sentido formal desarrollado... y además McCoy tiene gusto. Puede coger cualquier cosa, no importa lo horrible que sea y hacerla sonar hermosa". No vamos a ser nosotros los que vayamos a contradecir estas palabras de alabanza de John Coltrane hacia su compadre. Acerquense a esta maravilla de disco que se hace corto de lo bueno que es y que te dan ganas de volver a ponerlo una y otra vez, algo que no suele ocurrir tan a menudo como debiera.




jueves, 17 de mayo de 2012

WES MONTGOMERY The Incredible Jazz Guitar of Wes Montgomery (Riverside, 1960)

Comenzamos nuestras críticas de discos favoritos de la historia del jazz con uno de esos lps a los que se les coge realmente un cariño muy especial. Un disco acogedor, encantador, entrañable. Como volver a casa por navidad, sabes que esta ahí y que jamás te va engañar. Pero no os confundaís, no entendaís por entrañable  que este sea un artefacto ñoño o cursi. Todo lo contrario, aún hoy suena molón y modernísimo.

Nueva York. 26 y 28 de Enero de 1960. Wes Montgomery y su increible guitarra jazz en todo su esplendor. Con otros músicos legendarios de la historia del jazz moderno nos puede resultar muy difícil decidir cual es su mejor trabajo. Con Wes lo tenemos clarísimo, es este. Y no porque lo publicado antes o después sea peor que este álbum. Es que simplemente esta grabación es insuperable. ¿El mejor disco de la historia del  jazz guitar? Posiblemente. ¿El más influyente, imitado y recordado? Sin ningún género de dudas.

El personal de la grabación: Wes Montgomery, el hombre del pulgar de oro, a la guitarra, el siempre elegante y efectivo Tommy Flanagan al piano y los hermanísimos Percy Heath al contrabajo y Albert Heath a la batería, todo ello producido por Orrin Keepnews y editado por el pequeñito sello Riverside. Uno esos discos con aura de modestia pero que acaba siendo colosal. Ocho son los cortes que componen el lp, cuatro temas de composición propia, a saber: D-Natural Blues (muy Charlie Christian, como es lógico), Four On Six (Se sigue dando en clases de digitación...), West Coast Blues (Tarareable, perfecta, blues abstracto) y por último la muy funky-latina, tan de esos tiempos, Mr. Walker (Renie). Toda una muestra de su talento compositivo, su versaltilidad y su imaginación como músico. Y las cuatro versiones son: La complicadísima de tocar Airegin de Sonny Rollins, la siempre bonita In Your Own  Sweet Way de Dave Brubeck y los estandards Polka Dots And Moonbeams (balada romántica y dulce) y la eterna Gone With The Wind.

En definitiva, un lp con un sonido tan actual que aunque tenga cincuenta años podría haber sido grabado ayer mismo. Toda una lección de belleza, alegría, felicidad... todo eso y mucho más (cada oyente es un mundo) os puede ofrecer y trasmitir esta obra maestra. Un disco especialmente indicado como primera escucha para neófitos con miedo a introducirse en esto del jazz, un universo muy prolijo a meterse en alguna que otra charca inaudible en el momento más inesperado.




viernes, 11 de mayo de 2012

Código Jazz: El Retorno

Código Jazz se despidió hace unos meses como programa radiofónico. Código Jazz (por petición popular) vuelve a las andadas, ahora como blog dedicado al Jazz en todas sus vertientes (con especial atención al Jazz moderno, ya sabéis) y en particular a repasar esos grandes discos que nos han hecho amar este género musical. Un disco a la semana, con esmero, cariño y dedicación, a fuego lento. ¡Que aproveche!